lunes, 28 de marzo de 2011

Manual de supervivencia

UNO
Escucha a tus padres. No discutas con ellos. Dales siempre la razón. Bésalos y abrázalos todo cuanto puedas.

DOS
Haz exactamente lo contrario de lo que te digan tus padres. Si se enojan, pídeles perdón y promete que harás lo que ellos te aconsejen. Enseguida, vuelve a hacer lo contrario de lo que te digan.

TRES
Tus hermanos no son ni pueden ser tus amigos. Son y serán siempre tus rivales o, peor aun, enemigos. En el mejor de los casos, puede que sean tus aliados. Usa el dinero para sellar alianzas con ellos. Por alianzas entiéndase pactos de no agresión.

CUATRO
No faltes a las reuniones familiares. No desaires a tus anfitriones. Lleva siempre regalos. Una vez en la reunión familiar, procura consumir todas las bebidas alcohólicas que puedas. Serán de gran utilidad para que fluya el afecto y prevalezca la armonía.

CINCO
Sal de tu casa solo cuando sea indispensable. Compra lo estrictamente necesario. Habla lo menos posible. No te expongas al sol. Anda por la sombra. A ser posible, anda por la sombra y a solas y dentro de tu casa. No busques la felicidad en la calle. No está. Tampoco está en tu casa, pero si la buscas dentro de tu casa, te fatigarás menos y gastarás menos dinero.

SEIS
Procura encontrar un trabajo que te divierta o, cuando menos, que no te aburra. Cuando lo encuentres, procura trabajar sin excederte. Trabaja solo lo necesario para que no te despidan. Dicho de otro modo, no te diviertas demasiado. Puede que despierte la envidia ajena y te despidan.

SIETE
Todos los días, al levantarte, repite para ti mismo, en voz alta, mirándote al espejo, este sabio lema de microbuseros: “Tu envidia es mi progreso”. Repítelo tres veces. 

OCHO
Intenta que tu vida sexual sea plena, activa, desinhibida y placentera, pero no involucres en ella a otras personas. Que tu vida sexual se confine a tu propio cuerpo y no desborde a otros cuerpos. Que tu vida sexual sea parte de tu vida interior.

NUEVE
Lleva siempre contigo una linterna, un cuchillo, una cantimplora, una Biblia y un condón. Si te pierdes, grita. Si nadie te encuentra, usa el cuchillo o la Biblia. Si siguen sin encontrarte, infla el condón y hazlo volar.

DIEZ
Haz todo lo humanamente posible para defecar más de lo que comes.

ONCE
Si tu llegada al mundo te sorprendió sin ropa, trata que la muerte te sorprenda también sin ropa.

DOCE
Si te elogian, haz oídos sordos. Si te insultan, haz oídos sordos. Si eres sordo, ignora este consejo.

TRECE
Si alguien te dice que el dinero no da felicidad, pídele que te regale todo su dinero. Si no lo hace, no le creas. 

CATORCE
Si luego de tu muerte descubres que hay una vida en el más allá y que dicha vida parece ser eterna, no te sientas obligado a asistir a las reuniones familiares. Niega ser quien eres. Di que no los conoces. Procura hacer nuevas amistades. Niega con saña a tus familiares más cercanos. Búscate otra familia o ninguna.

QUINCE
No te quejes. No lamentes tu suerte. No andes lloriqueando desgracias. No des lástima. Si eres infeliz, jódete, pero no molestes a los demás. Si eres feliz, simula que eres infeliz. Si no sabes lo que eres, no conviene que lo investigues.

DIECISEIS
Que tu meta no sea llegar a ninguna meta sino que nadie te la meta. Si nadie te la mete, te ahorrarás problemas y sinsabores.

DIECISIETE
No te compares nunca con los ricos y famosos. No intentes por ventura ser rico o famoso. No pienses ni por un segundo que los ricos y famosos son más felices que tú. No busques fama y fortuna. Busca austeridad y anonimato. No te exhibas. Escóndete. No pienses que deberías salir en las portadas de las revistas. Piensa que podrías estar en la cárcel. Da la gracias a quien corresponda por estar en libertad.

DIECIOCHO
Aléjate de tu familia. Aléjate físicamente de tu familia. Aléjate geográficamente de tu familia. Llámalos por teléfono y escríbeles correos afectuosos, pero desde otro país o, casi mejor, desde otro continente. Lo ideal es que un océano te separe de tu familia. 

DIECINUEVE
Ama a tus hijos apasionadamente hasta que sean mayores de edad. Apenas cumplan la mayoría de edad, pídeles que sean ellos quienes, en reciprocidad, te amen apasionadamente. (Entiéndase que el verbo amar equivale a financiar).

VEINTE
Si quieres bajar de peso, ten coraje y declárate en huelga de hambre. Si tienes hambre, resiste y no comas. Por favor, sé firme en respetar la huelga. No desmayes. No comas nada. No comas hasta desmayarte. Cuando te recuperes y recobres la lucidez, suspende la huelga, pésate y verás. De paso sales en los periódicos.

lunes, 21 de marzo de 2011

Dios y las moscas

UNO
No soy ateo. El ateo tiene fe en que Dios no existe. Yo carezco de esa fe. No puedo probar la inexistencia de Dios. Sospecho que en un avión lleno de pasajeros precipitándose en llamas a tierra podría probar la inexistencia de un ateo.

DOS
El ateo tiene mala fama. Si dice: Soy ateo y una buena persona, nadie le cree. El ateo es socialmente repudiado. El ateo es visto como un mal bicho. El ateo quiere que Dios no exista, quiere aniquilar a Dios. Es, por tanto, sospechoso de querer matar a alguien. Siendo que muchos han matado en nombre de Dios, el ateo aplica la teoría de la guerra preventiva y se apresura en matar a Dios para que otros no vengan a matarlo en nombre de Dios.

TRES
Puede que Dios no exista. Pero puede que exista. Si hay una vaga, remota posibilidad de que exista (y digamos humildemente que la hay), y si cuando estemos muertos acaso nos reuniremos con Dios, y si es probable que nos someta a juicio, y si como bien sabemos somos culpables, la prudencia y la cortesía aconsejan darle a Dios el mínimo beneficio de la duda. Si los niños son felices creyendo en Papá Noel, ¿por qué los padres deberían hacer el odioso papel de aguafiestas y decirles que Papá Noel no existe? Si ciertos adultos son felices creyendo en Dios, ¿por qué alguien debería estropearles la película divina diciéndoles que Dios no existe cuando no hay evidencias irrefutables de su inexistencia? Los sueños y las fantasías existen y muy a menudo poseen una densidad aún más real que la vida misma. Aspirar a una vida sin sueños parecería una empresa ardua e inhumana. Postular una vida sin sueños ni fantasías puede ser el camino seguro a la desdicha. Dios es un sueño, pero un sueño diseñado a la medida de cada uno y un sueño que puede ayudar a sobrellevar las tristezas y miserias de la vida y a enriquecer o mejorar la experiencia humana. Dejemos que cada persona sueñe libremente lo que mejor le convenga. Entrometerse en los sueños y las fantasías de una persona es un acto de prepotencia moral. Imponer nuestros sueños y fantasías a otra persona no lo es menos.

CUATRO
Mi escenario optimista es que Dios no existe y es una fantástica creación humana. Mi escenario optimista es que la muerte me liberará de la condena oprobiosa de ser yo mismo y me exonerará del recuerdo de mi identidad que ya viene siendo un lastre. Lo que más me asusta de la vida eterna no es el castigo que con seguridad me espera sino el flagelo aún peor de vivir conmigo mismo para siempre. Si he de ser condenado, ruego que se me conceda otra identidad, de modo tal que nunca más pueda recordar que fui el cretino que soy ahora.

CINCO 
Mi escenario pesimista es que Dios existe y que a mi muerte me sentará en el banquillo de los acusados y alguno de sus fiscales memoriosos exhibirá ante el jurado las evidencias de que soy culpable. Aun si consigo el mejor abogado defensor, perderé el juicio. Soy culpable. Me declaro culpable. Merezco la máxima pena, cadena perpetua (siendo perpetua realmente perpetua). Ruego a Dios que exima a mis padres de asistir a ese juicio que con seguridad les provocará un bochorno insoportable. Por mucho que ahora procure enmendar mi conducta y proceder con rectitud y hacer el bien sin mirar a quién y convertirme en una persona virtuosa y para nada sinuosa, ya es tarde para reparar el daño perpetrado a sabiendas, ya es tarde para borrar las huellas de mis crímenes, ya es tarde para alegar que después de tantas fechorías soy inocente. 

SEIS
Mi escenario moderadamente optimista es que Dios existe pero está fatigado de juzgar a tantos y tantos de sus hijos defectuosos. Mi escenario moderadamente optimista es que Dios se sabe imperfecto porque a veces recuerda que creó a las moscas, a los dinosaurios, a los mosquitos y las tarántulas, a los sátrapas y genocidas, y cuando en efecto recuerda que las cosas no le salieron del todo bien, se llena de compasión y comprende que nosotros somos también imperfectos y tenemos, por así decirlo, nuestra propia colección de moscas, dinosaurios y mosquitos en el armario. En ese escenario, Dios se exime de la severa y engorrosa tarea de juzgarnos y ordena a sus ángeles que suene la música celestial de Bach y todos nos echemos a descansar sin recordar lo que fuimos, sin saber dónde estamos, sin saber siquiera que esa música la escribió Bach.

SIETE
Yo no tengo un sueño. Yo solo tengo sueño. Quiero dormir. Quiero dormir y no despertar y olvidar para siempre que soy el tonto inútil que de momento sigo siendo. Mi corazón aún late, mi cuerpo persiste en respirar, pero mi alma yace exangüe como un perro atropellado en la autopista de noche.

lunes, 14 de marzo de 2011

Secretos para ser feliz

UNO
No aspires a ser feliz. No puedes ser feliz. No mereces ser feliz. Resígnate a ser infeliz. Puede que entonces conozcas algo remotamente parecido a la felicidad.

DOS
Si piensas que tu vida no vale nada y no tiene sentido, estás en un momento raro de lucidez. Si piensas que debes interrumpir tu vida, no lo dudes, sigue tu instinto y procede en consecuencia. Si piensas que el mundo no te echará de menos, aciertas. Si te seduce la idea de acabar con tu vida, hazlo de una buena vez, pero por favor ten la delicadeza de dejar pagados tus funerales.

TRES
No trates de dejar huella. No procures perdurar. No pienses en dejar una obra que te sobreviva. No lo intentes siquiera. Recuerda que en cien años nadie se acordará de ti y a nadie le importará lo que fuiste o lo que hiciste. Recuerda que la gente supo vivir durante miles de años sin ti y, con seguridad, seguirá haciéndolo cuando ya no estés. Lo raro no es que dejes de existir. Lo raro, lo impertinente, es que existas. 

CUATRO
Coetzee: “La gente feliz no es interesante. Es mejor aceptar la carga de la infelicidad e intentar transformarla en algo que valga la pena”. Trata de ser interesante. Trata, por tanto, de ser infeliz. 

CINCO
No has tenido vidas anteriores. No tendrás vidas posteriores. No creas que tienes alma. Si la tuvieras aparecería en una radiografía. Si no sale es porque no está. Te gusta creer que cuando mueras no morirás del todo y recordarás tu identidad y acaso tu rostro y viajarás sosegadamente en medio de una luz resplandeciente a un lugar mejor. Te gusta pensar que irás al paraíso, al cielo, al nirvana. Te gusta creer que mereces un premio por el solo hecho de haber vivido, un hecho que no deseaste ni propiciaste y sobre el cual careces de mérito alguno. No te engañes. No irás a ningún lado cuando mueras. Serán pocos quienes te lloren y breve el tiempo en que te llorarán. Luego serás polvo y olvido. Ningún dios te juzgará. Ningún dios perdería su tiempo llevándote a sus tribunales. Los dioses son sabios y, por consiguiente, deben saber que los mejores juicios no son los que se ganan sino los que se evitan. 

SEIS
Nunca en ningún caso te defiendas. Nunca en ningún caso pretendas demostrar que eres bueno, virtuoso, heroico, admirable. Si dicen que eres una mala persona, saluda la perspicacia de quien lo dice. Si dicen que eres una buena persona, ten el buen gusto de discrepar. No salgas nunca en defensa de tu honor. Tal cosa no existe. No conviene defender supersticiones. El honor, el pudor y la buena reputación son lastres que te hundirán en el fango de la tristeza. No aspires a ser santo, a menos que estés dispuesto a pasarla condenadamente mal.

SIETE
No creas que mereces tener amigos. No fastidies a la gente con tu compañía. Aprende a estar a solas. No fundes un club de amigos. Si ya lo tienes, dalo de baja. No hay tal cosa como una amistad desinteresada. Nueve de cada diez amigos acabarán traicionándote y serán tus enemigos. Y aquel que no sea el décimo felón no lo será por pusilánime, no por leal. Nadie mejorará su vida gracias a tu amistad. Tu amistad es un baldón. No busques amigos. Ten coraje: busca enemigos. De paso ahorras tiempo, decepciones y malentendidos.

OCHO
No eres especial. No eres único. Eres uno más. No te reproduzcas. El futuro incierto de la especie humana no será mejor gracias a tu descendencia. Lo más probable es que tus hijos sean como tú, y eso ya es suficientemente malo para la especie (y puede que sean aún peores que tú). De modo que si quieres hacer una contribución al futuro de la humanidad, procura no esparcir tu semilla genética y usa algún método anticonceptivo. Piensa en los niños. Hazlo por ellos.

NUEVE
Si quieres combatir un vicio, entrégate a él. No creas que tu cuerpo es un templo o un santuario o un habitáculo sacrosanto que debes adorar y venerar. No lo es. Tu cuerpo es un amasijo de nervios y músculos y huesos y órganos en proceso de corrupción, decadencia y putrefacción. Cada día que vives es un día en el que tu cuerpo se corrompe un poco. No tengas pena en corromperlo un poco más. Intoxícate todo lo que quieras. No aspires a estar lúcido. Casi mejor si obnubilas aquello que llamas lucidez. Casi mejor si duermes. Durmiendo es cuando mejor contribuyes a la convivencia civilizada. La mejor versión de ti es cuando callas y duermes.

DIEZ
No te enamores. No te cases. No tengas hijos ni ahijados. No seas hincha de nadie. No escribas poemas de amor. No escuches canciones de amor. Sobre todo, no escribas canciones de amor. No pienses en el amor. No ames a nadie ni te ames ni mames cursilerías al respecto. Si de verdad amas a tu prójimo, no te le aproximes, déjalo en paz.

lunes, 7 de marzo de 2011

Dos cojos cojean

Estoy convencido de que la otra noche mi padre me salvó la vida.

Mi padre está muerto hace unos años, pero yo siento que vive en mí.

En efecto, se me aparece a menudo y converso con él como nunca conversamos cuando estaba vivo, es decir conversamos como buenos amigos, sin rencores ni animosidades.

Es curioso: el viejo tuvo que morirse para que pudiésemos ser amigos por fin.

Mi padre y yo fuimos desdichadamente enemigos porque él quería que yo fuese el hijo que no podía ser y porque yo quería que él fuese el padre que no podía ser.

Digamos que él quería tener un hijo distinto a mí y yo, un padre distinto a él, pero ninguno comprendía que eso era imposible, genéticamente imposible.

Por lo visto, estaba escrito en su ADN que él sería un hombre molesto y en el mío, que yo sería un hombrecillo intimidado por él.

Mi padre vivía molesto por razones que yo no entendía y yo vivía asustado porque le tenía pavor a ese hombre grande y molesto.

Yo sentía que mi padre estaba molesto con la vida en general y con mi vida en particular y que mi sola presencia le resultaba irritante e insoportable, aun si mi presencia era silente, y rara vez lo era, porque yo tenía la mala costumbre de ser un niño hablantín que se jactaba de las cosas que sabía, lo que a mi padre lo ponía de muy mal humor.

Yo no podía desaparecer ni ser de otra manera y él no podía levantarse de buen humor porque la vida se había ensañado con él desde muy temprano y por eso tenía buenas razones para estar furioso.

No debe de ser nada fácil volverte cojo cuando eres niño.

No debe de ser nada fácil que tu padre se avergüence de ti porque eres cojo y te esconda en las reuniones familiares.

No debe de ser nada fácil que te manden a un internado porque eres cojo y tu presencia lisiada afea o mancha la atildada foto familiar.

No debió de ser nada fácil para mi padre sentir que, no siendo cojo por su culpa, lo rechazaban por eso y se burlaban de él por su maldita cojera que le impidió ser el militar heroico que siempre soñó ser y que la vida le escamoteó.

Sin darse cuenta, cuando mi padre creció y tuvo a su primer hijo, es decir cuando yo nací, vengó entonces las afrentas y humillaciones que él había sufrido de niño y fue tan duro conmigo como probablemente su padre lo fue con él.

Dicho de otro modo, creo que mi padre sintió que era justo que si él era cojo, yo lo fuese también, tal vez para que él no se sintiera tan solo cojeando, tal vez para sentir que ambos teníamos por fin algo en común.

La diferencia era que yo no rengueaba como él, yo no tenía una pierna más grande que la otra como él, yo no tenía que usar un zapato de taco alto como él para emparejarle la altura, yo no sufrí esa cruel enfermedad que le carcomió un hueso de la pierna y lo volvió cojo para toda la vida.

Yo era cojo del alma y también para toda la vida.

Mi padre era cojo de un pie. Yo arrastraba mi espíritu asustado, quebradizo, malherido. Los dos éramos lisiados del alma. Los dos éramos enemigos encarnizados. Él me hizo la vida imposible porque la suya era ya bastante imposible y yo colaboré no poco para que su vida fuese aún peor.

Colaboré no poco porque envilecí su nombre en el acanallado mundo de la farándula, enlodé su apellido dandy en el burdel de la televisión.

Colaboré no poco porque me rehusé a ser un hombre cabal y me resigné a ser un pelele confundido.

Colaboré no poco porque nunca se imaginó que el famoso de la familia terminaría siendo yo y no él y que cada vez que él dijera su nombre le preguntarían (y a veces con ilusión) si de verdad era mi padre.

Colaboré no poco porque me resistí gallardamente a ser el marino recio que él quería que yo fuese (puesto que su cojera se lo había impedido a él) y prevalecí tozudamente en mi empeño de ser un escritor, oficio que él veía no como un arte sino como un vicio de haraganes mitómanos.

Colaboré no poco porque nunca le permití entrar a ninguna de mis casas.

Colaboré no poco porque cuando él viajaba a Miami, me lo anunciaba para que yo le ofreciera hospedarlo en mi casa, y para su decepción yo le preguntaba secamente en qué hotel vas a quedarte.

Colaboré no poco en hacerle la vida aún peor porque me jacté en público de ciertos rasgos de mi carácter que él encontraba despreciables y yo, más bien extravagantes.

Colaboré no poco en amargarle la vida porque tal vez se me recuerde, si acaso, por haber sido el primer varón en besar a otro varón en imágenes difundidas en cámara lenta y en todos los informativos de la televisión peruana.

Colaboré no poco en agriarle la jodida vida coja siendo todavía más cojo que él y haciendo alarde de mi cojera y convirtiendo mi histriónica cojera de bufón en un negocio altamente rentable.

De modo que si él quería que yo fuese cojo también para sentirse menos solo, creo que no lo defraudé, pues terminé siendo más cojo y más loco que él.

Al menos pudimos despedirnos con un abrazo sentido en el que nos perdonamos tantas iras, tantos desencuentros, tantos agravios.

La otra noche, saliendo del circo de la televisión, manejaba distraído la camioneta y entré en una calle desolada sin advertir que venía un camión a alta velocidad. No tuve tiempo de frenar, simplemente aceleré y me aventuré a cruzar la calle. El camión casi rozó la camioneta, pude ver la cara de pánico del camionero, seguro de que iba a arrollarme y matarme. Milagrosamente, la camioneta esquivó por una fracción de segundo al camión y un viento huracanado la sacudió y casi la tumbó llantas arriba. Fue un momento de terror. Sentí que había perdido una vida, que me quedaba una vida menos. Si el camión me aplastaba, con seguridad era hombre muerto. Me detuve y respiré hondo. Entonces se me apareció mi padre con una sonrisa y me dijo: “Todavía no te toca, hijo. Maneja con cuidado. Yo te cuido desde acá”.

Por eso creo que la otra noche mi padre me salvó la vida.