lunes, 20 de junio de 2011

Sonámbulo

UNO
El hombre se ha puesto a dieta. Ha vuelto a la dieta que hizo en Bogotá. Solo toma jugos de fruta con linaza. Punto. Nada más. La otra noche vio en el cine a un sujeto realmente obeso y pensó: no quiero terminar así, si soy un perdedor lo que corresponde es ser flaco, ser flaco y perdedor tiene cierta dignidad.

DOS
El hombre ha dejado el café. Bebía café todo el día: expreso doble con dos cucharas de azúcar. El café lo vuelve agresivo. Le agita la respiración. Le hace rechinar los dientes. Lo vuelve insoportablemente locuaz. Por el bien de su mujer, el hombre ha dejado el café. Pero ahora pasa los días con unas migrañas que atribuye a la súbita abstinencia de cafeína. Cada tanto le dan convulsiones idénticas a las que pasó cuando dejó la cocaína. Le divierte ver cómo se le mueve de pronto una pierna, como si quisiera meter un gol imaginario. 

TRES
El hombre se ha descubierto sonámbulo. Quien lo ha descubierto es la mujer que ahora duerme en su cama. En los últimos quince años o más, el hombre ha dormido solo. Pero ahora la mujer que duerme a su lado le informa riéndose de las cosas que él hace cuando está dormido: camina por el cuarto, se pelea con gente poderosa, enciende la computadora y escribe cosas sin sentido, baja a la cocina y se queda impávido mirando la heladera hasta que suena la alarma y cierra la puerta. Lo que más preocupa a la mujer es que el hombre a veces se sube al auto y se va manejando. No tarda en volver, no demora más de diez minutos. Regresa comiendo un helado de coco en paleta, se echa en la cama con zapatos, termina de comer el helado y sigue roncando.

CUATRO
El hombre despertó la otra noche y notó que estaba masticando algo gomoso, algo esponjoso como un chicle con globos. El hombre se sorprendió: no suele masticar chicles y menos cuando duerme. Escupió la bola gomosa. Eran los dos tapones anaranjados que debería haberse puesto en los oídos y que se introdujo en la boca y masticó un rato impreciso (impreciso pero él sospecha que largo, porque los tapones estaban reducidos a pedazos minúsculos). El hombre escupió, se sintió un idiota y, antes de seguir durmiendo, pensó: creo que me estoy volviendo loco.

CINCO
El hombre ha vuelto a dormir la siesta. No lo hace por cansancio sino por aburrimiento o porque no se le ocurre mejor cosa que hacer. Nada la interesa. Carece por completo de sueños o ambiciones. El arduo oficio de sobrevivir le da cierta pereza. La otra tarde, durmiendo la siesta, tuvo un sueño que lo hizo llorar. El hombre recorría una casa infinita buscando a sus hijas mayores. Entraba a un cuarto tras otro tras otro diciendo los nombres de sus hijas. Nunca las encontraba. Estaba desesperado por encontrarlas y abrazarlas. Soñaba con abrazarlas. Pero ellas no estaban. No estaban en ninguno de los cuartos infinitos de aquella casa desolada. El hombre despertó llorando. Le sorprendió verse llorando. No es hombre de llanto fácil. Pero estaba llorando como solía llorar de niño. Y le pareció que lloraba así porque presentía que la realidad acabaría pareciéndose a su sueño.

SEIS
El hombre habla dormido. Lo sabe porque la mujer que duerme a su lado se lo cuenta. Por lo general él se duerme y ella se queda despierta y entonces ella se divierte escuchando las cosas generalmente incomprensibles que él dice. Pero a veces ella entiende algo. Según ella, las últimas cosas que él ha dicho dormido, siempre en tono molesto, irritado, son las siguientes: “Quiero marihuana”, “Llamen al panadero” y “Fritz, dile a Eric que no me bote”. Ella me ha preguntado anoche, antes de dormirme, si de veras quiero marihuana. Le he dicho que no. Yo le he preguntado si ella quiere. Tal vez para mi cumpleaños, ha respondido.

SIETE
El hombre conoce a una actriz. La actriz le regala una caja con treinta pastillas que, según ella, rejuvenecen a quien las toma. El hombre toma quince pastillas, una tras otra. Luego se siente mareado y se va a dormir. Al día siguiente despierta exhausto, no se siente para nada rejuvenecido. Su mujer le dice riéndose que él se pasó la noche hablando dormido y diciéndole a ella: ¿Quieres tomar un té helado? Ella se ríe porque en la casa no hay té helado, nunca toman té caliente ni té helado.

OCHO
El hombre, como es sonámbulo, suele pasarse a otras camas durante la noche. A menudo despierta en cuartos a los que no recuerda cómo llegó. Es sábado por la mañana y el chofer, un dominicano llamado Rafael, lo despierta, sorprendido. El hombre está echado en una tumbona frente a la piscina. La tumbona, cubierta por un techo de plástico, parece una carpa. Es sin duda una tumbona propicia para dormir. Señor, ¿qué hace durmiendo aquí afuera?, le pregunta Rafael. No sé, responde el hombre. Y luego le pregunta a Rafael: ¿Y tú qué haces acá si es sábado, Rafa? El moreno dominicano responde: No sé, señor, no sabía que hoy es sábado.

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